Antonio Chenel Albadalejo,
conocido profesional y popularmente como Antoñete nació en Madrid, el 24 de
junio de 1932, falleció en Majadahonda,
Madrid, el 22 de octubre de 2011.
Nacido muy cerca de Las Ventas,
pasó los años de la Guerra Civil Española en Castellón y, una vez finalizada la
contienda, en 1940, regresó a Madrid. Cuñado del mayoral de la Plaza de Las
Ventas de Madrid, Paco Parejo, amigo y consejero, pudo presenciar desde
temprana edad corridas de toros con los grandes diestros de los años cuarenta,
a quienes consideraba sus héroes, sobre todo a Manolete. Durante su infancia y
adolescencia, pasaba su tiempo en el patio de caballos, las cuadras y los
corrales de Las Ventas, ayudando a entrenarse (haciendo de toro) a diestros
como Agustín Parra "Parrita", Paquito Muñoz y Manolo Navarro.
Se vistió de luces en 1946 y se
forjó en capeas por los pueblos. Novillero entre 1949 y 1952, tomó la
alternativa el 8 de marzo de 1953 en la propia Castellón, apadrinado por Julio
Aparicio, y la confirmó en Madrid, el 13 de mayo del mismo año, de la mano de
Rafael Ortega,1 donde demostró un estilo ortodoxo y clásico aunque de temple,
arrojo y mucho valor,2 razón por la cual sufrió varias heridas de gravedad al
principio de su carrera.
Su larguísima carrera de torero
se prolongó a lo largo de más de cuarenta años, con muchos altibajos, retiradas
y reapariciones.
El primer periodo, lleno de
altibajos a causa de sus lesiones de huesos, abarca desde 1959 hasta su primera
retirada en 1975. El punto culminante de esta etapa fue la faena que realizó en
1966 al toro blanco de Osborne, Atrevido, al que le dio sesenta muletazos y
que, tras quedar el diestro prácticamente exhausto, consagró a Antoñete en Las
Ventas. Su retirada en 1975, con los toros de Sánchez Fabrés, fue, según
cuentan las crónicas, triste y sin triunfo.
Muy ligado a América, y
especialmente a Venezuela, regresó a los ruedos en 1977 precisamente en este
último país, en el que realizó una presentación en Margarita y posteriormente
en Caracas en 1978.
Reapareció en España el 22 de
mayo de 1981 en Madrid, vestido de grana y oro, y sin que el público madrileño
le recordase apenas, después de varios años de ausencia. Ese año toreó un total
de 32 festejos. Con 49 años, se inició entonces una segunda época en su
carrera, que abarcó un lustro, y que le convirtió definitivamente en figura del
toreo. Este periodo triunfal (1981-1985) tuvo como hito indiscutido la faena
que le realizó al toro Cantinero, de Garzón, el 7 de junio de 1985 en Las
Ventas. Algunos historiadores la consideran incluso superior, en cuanto a
perfección y pureza, que la realizada al toro ensabanado de Osborne 19 años
antes. Estos años son los que consagraron a Antoñete como máxima figura del
toreo, que logró triunfar con una salud resentida, sin cintura y a una edad
insólita (pasados los 50 años), gracias a una depuradísima técnica y a un
profundo conocimiento de los toros.
En 1985 anunció de nuevo su
retirada, aunque vuelve a vestirse de luces en 1987 manteniéndose activo hasta
1997, cuando nuevamente anunció su retiro definitivo, con diversas idas y
venidas, que no hicieron sino prolongar su declive, muy lejos del nivel de su
quinquenio glorioso en los primeros años ochenta.
Desde 1998 participó
esporádicamente en festejos y corridas de toros en plazas de España y América,
en los que obtuvo reconocimientos y galardones a pesar de que su salud estaba
resentida por los efectos de su tabaquismo. En 2000 participó en una corrida en
la plaza Monumental de Valencia (Venezuela) a beneficio de los damnificados de
la tragedia del estado Vargas de 1999.
En el año 2001 le fue concedida
la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
En julio de 2001, después de
sufrir una crisis cardiorrespiratoria durante una corrida de toros realizada en
Burgos, decide poner fin a su carrera como torero, si bien se mantuvo ligado al
mundo de los toros de formas diversas, incluido como comentarista de corridas,
especialmente en Cadena Ser y Canal Plus, hasta su fallecimiento en 2011, en el
Hospital Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid), debido a una bronconeumonía
que complicó el enfisema que hacía años padecía.
Muchos compañeros de
profesión lamentaron públicamente su pérdida.
La capilla ardiente fue
instalada el lunes 24 de octubre a las 9 a.m. en la Sala Alcalá de la Plaza de
Toros de Las Ventas, para que los aficionados pudieran rendirle un último
tributo; el acto fue un incesante desfile de personalidades y público. A
continuación, a las 4.25 de la tarde, sus restos mortales salieron por la
puerta grande de la Plaza a hombros de familiares y amigos, y recibieron
sepultura en el vecino Cementerio de La Almudena.
Poco antes del sepelio,
Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, depositó sobre el
capote que cubría el féretro la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo,
concedida a título póstumo.
Torero de gran clase, su estilo
fue absolutamente clásico, deudor de la estética de Juan Belmonte (su ejecución
de la media verónica era un homenaje al Pasmo de Triana, de quien Antoñete se
declaró admirador) y de la técnica de Manolete (a quien vio torear cuando era
un adolescente y por quien empezó a fumar al vérselo hacer al maestro en la
puerta de cuadrillas). El historiador taurino Delgado de la Cámara sintetiza en
una frase el estilo inconfundible de Antoñete: «Cruzado, pecho fuera, pierna
para adelante, pero toreo ligado en el sitio de Manolete.»
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